Hay seres que viven para trascender. La huella que dejan es indeleble y convocan multitudes ante la simple expresión de una idea. San Martín fue un ejemplo paradigmático de liderazgo.
Su personalidad austera y su espíritu de sacrificio hicieron que muchos lo siguieran y quisieran humildemente imitarlo.
De buen criterio, sensatez y pensamiento claro, vivió entre la táctica y la estrategia siempre tras un sueño: la libertad americana.
Pero tanto valor y pasión no impidieron que se enamorara de Remedios, que llorara su soledad ni que se hiciera cargo de la crianza de su hija tan amada Merceditas.
Con la misma exigencia con la que vivió, educó a esa niña que sería la compañía de su vejez.
El cruce de los Andes, increíble para nuestra imaginación de fin de siglo, lo transformamos casi en leyenda pero sucedió. El lo planeó, lo preparó y lo realizó contra todos los pronósticos y peleando día a día con su enfermedad.
¿Quién no lo admira?
No nos conformemos con cantarle, recitarle o hacerle la ofrenda floral, sigamos su ejemplo ciudadano y pidamos a Dios que lo tenga en su merecida gloria.
Los alumnos lo homenajearon de esta manera: